domingo, 10 de julio de 2016

OBRA MURAL Y ESCULTURA PUBLICA DE JAIME ANDRADE MOSCOSO

PRESENTACION DEL LIBRO
Alianza Francesa
16 de junio del 2016. Quito

Referirnos a Jaime Andrade Moscoso, Don Jaime como cariñosa y respetuosamente lo llamábamos cuando fue nuestro profesor y maestro y cuando fue nuestro decano en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central, y como en la actualidad seguimos llamándole, es para mi un gran honor y una tarea que sobrepasa largamente mis conocimientos sobre el arte y la escultura, que es lo que destaca el libro que hoy se presenta.

La amistad con su hijo Jaime Andrade Heymann y el compañerismo que como estudiantes y luego en muchos años de ejercicio profesional y docente hemos mantenido, además de mi admiración profunda a la monumental obra de Don Jaime, de la cual su hijo Jaime ha sido coautor, colaborador y compañero en muchas de ellas, me han hecho aceptar este difícil compromiso.

Para analizar una obra de arte me parece necesario mencionar y siguiendo a Hildebrand,[1] la definición de la escultura como arte. Se refiere a aquello que se rige por leyes eternas e invariables. Leyes independientes por tanto, de la personalidad del escultor tanto como de las academias y de las modas; son las leyes de la Forma.

La forma real es la propia del objeto escultórico, indiferente al sujeto, aunque no claramente aprehensible para este, la escultura crea una forma necesaria y conscientemente aparente y activa. Activa porque provoca en nosotros sensaciones de espacios, movimiento y sentimiento. Aparente porque su efecto es psicológico; no virtual porque siguen existiendo explicaciones fisiológicas, pero si claramente mental e imaginario.

La escultura es la fijación de una forma visual a la naturaleza, a su entorno. En la actividad de esa forma y en el efecto sobre el espectador, reside la validez artística de la obra escultórica.

MURAL PARA EL HOTEL HUMBOLDT
1967. Chapa de hierro batida, soldada y pavonada
2,20 x 5,00 mts.
Museo Nacional. Quito, Ecuador
Fotografía: Daniel Andrade Brauer
Así pues, la forma activa sustituye en importancia a la real en las representaciones escultóricas; ella es la que induce la mirada en perspectiva o la percepción del movimiento, la que exige una determinada actitud en el espectador y, sobre todo la que provoca en él, la “forma aparente” cerrada en sí misma y creadora de un espacio virtual, en una relación visual, tranquilizadora y placentera para el hombre.

La autonomía de las obras de escultura se basa en la creación de una unidad cerrada y un espacio virtual, y no se han de confundir espacio ideal y espacio real. En la escultura como arte, se crea un espacio para el ojo, esto es, un espacio unitario a través de una forma; se crea una unidad que no es casual, como en la naturaleza, sino conferida por la forma. Esa unidad es el verdadero problema de la forma en escultura, pero, al mismo tiempo, esa forma unitaria es la que imponemos a la naturaleza, al entorno, en una relación desarrollada y ya no ingenua con ese entorno.

El placer estético consiste justamente en la impresión sensible de una forma organizada. La obra escultórica debe impresionarnos como la naturaleza, aunque la percibamos desde un grado mayor de conciencia, el que nos permite nuestra capacidad representativa.

El Arq. Lenin Oña[2] ha escrito que Don Jaime es el escultor ecuatoriano por excelencia, no nos cabe la menor duda. A este respecto Mario Vargas Llosa[3] dice que tres ingredientes son imprescindibles para que aparezca un gran creador, ya sea este pintor, escultor o arquitecto y estos son: oficio, ideas y cultura. Estos tres ingredientes no tienen necesariamente que tener las mismas proporciones. Pero si uno de ellos falla ese creador, lo es solo a medias o no llega a serlo, no se acerca a la excelencia.

El oficio se aprende, consiste en ese aspecto técnico artesanal, del que también esta hecha toda buena obra de arte, pero que por si solo no basta para elevar una obra a la condición de arte.

Como sabemos Don Jaime ingresó a la Escuela de Bellas Artes en Quito en 1928, en donde fue alumno de Luigi Casadio,[4] posteriormente en 1941, después de haber ganado el Premio Mariano Aguilera estudió en la New School for Social Research de Nueva York,[5] en donde fue alumno de Camilo Egas en un curso de composición mural, siguió aprendiendo el oficio cuando organizó y participó en un curso con la escultora israelita Naomi Henrick. Escuelas y cursos en donde sin duda aprendió muy bien el oficio.

El segundo ingrediente, las ideas, son una forma más realista de llamar a la “inspiración” –palabra que tiene resonancias místicas y oscurantistas-, y son el factor decisivo para hacer del oficio el vehículo de expresión de algo personal, una invención que el artista añade con su obra a lo ya existente. En las ideas que aporta consiste la originalidad del autor.

A lo largo de su carrera Don Jaime aportó siempre una búsqueda incesante de nuevas ideas y recursos, experimentó con muchos materiales, desde el adobe y el barro en su trabajo final de la Escuela de Bellas Artes, hasta la piedra, la madera, los metales, mezclándolos en algunas de sus esculturas, buscando en la forma del cuerpo humano varias expresiones con figuras humanas en hasta cuatro planos en profundidad e incorporando figuras geométricas para otras representaciones.

El tercer ingrediente, es el que da espesor, consistencia, durabilidad, a la invención, son los aportes de un creador a la cultura artística. Es decir la manera como su obra se define respecto a la tradición; la renueva, la enriquece, la critica y la modifica.

Don Jaime en una entrevista se quejaba que los cánones clásicos, el yeso griego estudiado desde todos los ángulos le resultó un peso del cual le fue difícil librarse, confesando que las huellas todavía aparecen en su obra, sin darse cuenta.[6] Con esta declaración al mismo tiempo estaba denotando su enorme esfuerzo para liberarse de esos cánones, para renovar, para enriquecer, criticando y modificando la tradición.

Y que renovó la tradición escultórica ecuatoriana es indudable, solo hay que ver sus obras para identificar; varios elementos de renovación formal, el uso de nuevos materiales, la incorporación del mosaico en relieve[7], desarrollado conjuntamente con su hijo Jaime[8], en la expresión, y especialmente en la relación que sus obras tienen con la arquitectura, con el espacio urbano o arquitectónico.

Como lo reconoció el pintor lojano Eduardo Kingman Riofrio[9] en 1972, la obra de Don Jaime constituye un todo orgánico, en cualquiera de sus etapas escultóricas, y el pintor -encuentra en la evolución de la obra de Don Jaime- un estudio serio, equilibrado y profundo del crecimiento de su espíritu, lo que le ha permitido no dejar nada al azar, ya sea la pequeña obra escultórica, como los grandes murales realizados en armonioso juego de metal, piedra y mosaico, -para terminar exclamando-. ¡Hermosa obstinación de quien demuestra que en el Ecuador existe madurez escultórica!

Enseñando como maestro que fue, como, es fundamental en la obra de arte; guardar las proporciones y la unidad de la composición, elementos conseguidos con rigor, tenacidad y trabajo tesonero renovando sus propuestas como la que hizo en bocetos para el mural del palacio legislativo, que lamentablemente no fueron seleccionados, en donde incorpora elementos geométricos a la figura humana creando una composición general que tiene mucho que ver con la expresión de arquitectura moderna que tiene ese edificio.

De forma muy breve y para corroborar lo aquí señalado me referiré al primer y al último mural que constan en el libro que hoy se presenta, entre los cuales hay 38 años de diferencia.

El  mural en la Universidad Central iniciado en 1948 y a pesar de la magnífica descripción e interpretación de María Helena Barrera-Agarwall[10], señalaré que tiene 18 metros de largo en una superficie curva, por 9 metros de alto y es un auténtico edificio mural, que le significaron 6 años de trabajos muy duros, en donde el despiece geométrico es notable e indispensable por las enormes dimensiones. Su magnífico juego entre alto y bajo relieve en una cruz invertida[11] con una serie de alegorías a la educación, a la religión, a la conquista, a la ciencia y la máquina, al trabajo y al sol, con una parte baja derecha en donde las figuras humanas expresan recelo, miedo, y protección maternal de los niños, mientras en el lado izquierdo la marcha constante y altiva hacia adelante de las figuras,  comandadas por los sabios, alentadas por los adultos conducen a los niños y jóvenes hacia adelante, en magnifica conjunción entre las partes y el todo.

MURAL EN LA UNIVERSIDAD CENTRAL
1948-1954. Piedra azul, canteras del Pichincha
18,00 x 9,00 mts.
Fotografía: Enrique Vivanco Riofrio
Detalle
Fotografia: Enrique Vivanco Riofrio
Detalle
Fotografia: Enrique Vivanco Riofrio
Para el mural del Banco de la Vivienda de 1986, utiliza tol esmaltado con color, y piedras naturales seleccionadas, en una especie de colgante móvil de colores luminosos y formas vibrantes, que demuestran que para ese año esta y otras esculturas suyas habían dado uno más de sus saltos cualitativos, alejándose de la tradición, renovando su propio lenguaje, enriqueciendo la expresión formal y de color en un excelente giro a nuevas visiones de la escultura.

MURAL EN EL BANCO DE LA VIVIENDA
1986. Hierro tol esmaltado con color, piedras naturales
3,50 x 11,00 mts. Edificio del Ex-Bnco de la Vivienda. Quito, Ecuador
Fotografía: Daniel Andrade Brauer
Detalle
Fotografía: Daniel Andrade Brauer

Estos dos extremos de su primera y su última obra murales, marcan sus diferencias y son testigos recios de la búsqueda artística de Don Jaime, el despiece que con la gama de grises propios de la piedra, en la universidad, cuidadosamente seleccionada para el mosaico ortogonal, produce destellos de movimiento con la luz, sin perder su solidez y su gravidez sustancial, en el mural del Banco, donde su forma activa nos comunica que se despega del muro y adquiere un volumen virtual que llena proporcionadamente el espacio de varios pisos de altura que tiene el edificio, la ligereza y transparencia, características del arte y la arquitectura contemporáneas, donde la geometría tiene formas más libres, perforadas, están muy presentes.

Utilizó los materiales de la tierra, se revistió de la sencillez y la modestia muy propia de la gente ecuatoriana y trabajó con los pies atados al suelo, interpretando los conocimientos y la tradición de los hombres que mejor conocen su tierra, claro que sin olvidar ni por un momento la técnica, la composición, la búsqueda artística[12].

El libro que hoy se presenta es un esfuerzo notable, que honra a sus familiares, Elsa y Jaime sus hijos y Daniel su nieto, autor de todas las fotografías que aparecen en el libro, no solamente por dar a conocer mejor y de forma orgánica la escultura y la obra mural de Don Jaime a las generaciones actuales y futuras, sino por plantear las relaciones entre el arte y la ciudad, tan difíciles y tan escasas en esta ciudad, que sometida a fuertes procesos constructivos y a la invasión de automóviles, contaminación y ruido no tiene casi espacios para el arte.

Creemos que este esfuerzo debe ser correspondido por las personas sensibles y por las autoridades locales y nacionales, declarando la obra de Jaime Andrade Moscoso como Patrimonio Artístico Nacional. Para lo cual el libro que comentamos, puede ser un muy buen inicio para el análisis, fichas y documentación que seguramente requerirá esta declaratoria, que además de alertar a los propietarios de estas obras sobre su mantenimiento y valor, permitiría preservarlas como corresponde.

Estas breves notas, no alcanzan a abarcar ni tan siquiera un poco de la enormidad cualitativa y de la monumentalidad de la obra de Don Jaime, obra que sobrepasa largamente los límites de la nación ecuatoriana, traspasa también y con holgura los límites de Latinoamérica, para llegar con derecho propio a dimensiones universales.





NOTAS:

[1] VON HILDEBRAND, A. El problema de la forma en la obra de arte. Ediciones Visor. Colección La Balsa de la Medusa. Nº 10. Madrid. 1988. 109 P p.
[2] PÉREZ PIMENTEL, R. Diccionario Biográfico Ecuador. Guayaquil: Litografía e Imp. de la Universidad de Guayaquil. 1987.
[3] VARGAS LLOSA, Mario. La batalla perdida de “Monsieur” Monet. El Comercio. Quito. 1999. pp. A5.
[4] ANDRADE HEYMANN, Jaime. Obra mural y escultura pública de Jaime Andrade Moscoso. Hominem. Quito. 2015. Pp. 9
[5] AGUINAGA YÉPEZ, Verónica Marcela. Influencia del Simbolismo en el Arte Ecuatoriano. Tesis de Licenciatura en Artes Plásticas. Universidad Central del Ecuador. Pdf. 2013. 131 pp.
[6] PEREZ PIMENTEL, R. Op. Cit. Pp. 45
[7] PAZMIÑO BETANCOURT, Juan Carlos. Metodología de intervención del mural mosaico de piedra del Salón de la Ciudad de Quito. Tesis de Restauración y Museología. Universidad Tecnológica Equinoccial. Pdf. Quito. 2008. 116 Pp.
[8] BARRERA-AGARWALL, María Helena. El arte sacro de Jaime Andrade Moscoso, en Revista Nacional de Cultura. Nº. 23. Mayo – agosto 2013. Quito. pp. 68
[9] KINGMAN RIOFRIO, Eduardo. “Arte de una generación” en Mediodía. Nº 61, Revista de Literatura y Arte de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo de Loja. Noviembre 2013. Pp. 42-62.
[10] BARRERA-AGARWALL, María Helena. Op. Cit. pp. 59-64
[11] JUNTA DE ANDALUCIA. Quito. Guía de Arquitectura. Tomo II.  Pp. 351.
[12] VIVANCO RIOFRIO, Enrique. Aproximaciones. Quito. 2006. Pp. 195.

martes, 5 de julio de 2016

POR QUITO


POR QUITO*                          

El Municipio ha iniciado una serie de obras en la ciudad que pretenden solucionar problemas pendientes, pero que van a afectar de forma negativa y permanente zonas y espacios públicos que pertenecen a todos los ciudadanos: la pretendida destrucción de la Plaza Argentina con pasos elevados y deprimidos, habiendo otras soluciones más económicas y menos agresivas.  Las desafortunadas intervenciones en el Parque La Carolina que requieren un proyecto integral.  Los  sobredimensionados complejos bajo tierra con la excusa de estaciones para el Metro y a costo de la ciudadanía, con esta pretensión se han destruido enormes sectores del parque de la ciudad. 

Demandamos:

Del Municipio.               La suspensión de los trabajos.  Que se presenten los estudios a la Comunidad y a grupos profesionales calificados para su discusión y análisis.
                                               
                                             Que la planificación de la ciudad sea independiente y libre de prejuicios.  Que arquitectos independientes planifiquen la ciudad, no funcionarios inexpertos y transitorios.

Que se realicen concursos públicos transparentes de planificación y arquitectura, mecanismo legítimo que garantiza la mejor opción para la ciudad.

De la Prensa.                   Más difusión de las necesidades de planificación y habitabilidad.  Más crítica e ilustración y menos reporte de simples datos.

De las Universidades y         Mayor participación en los problemas públicos.  Que sus investigaciones sean reconocidas y utilizadas  por la ciudad
Escuelas de Arquitectura                                                                                             

De los Promotores                Más preocupación por los intereses públicos y calidad de los espacios de la  ciudad y menos especulación.

De los Arquitectos       Concientización de los objetivos artísticos de la arquitectura, mayor preocupación por los desarrollos sociales, económicos y tecnológicos relacionados con su trabajo.  No a la especulación.

FIRMADO: ARQUITECTOS POR LA CIUDAD.  ASOCIACIÓN DE PROFESIONALES SIN NINGUNA VINCULACIÓN PÒLÍTICA Y PREOCUPADOS POR LA CIUDAD.


Jaime Andrade Heymann, Marcelo Bravo Espinosa, Anibal Campaña Moreno, Fernando Flores González, Enrique Vivanco Riofrio, Marcelo Banderas Braga, John Dunn Insua, Diego Oleas Serrano………………Siguen.

* Manifiesto publicado en Diario La Hora. 30.06.2016. Pp. B4.