Arquitectos por la ciudad en su petición para que las autoridades reflexionen sobre la participación y autorización para construir edificios de 40 pisos (160 metros de altura), envió al Arq. Fernando Cordero. Presidente del Directorio del IESS, la comunicación publicada en el Blog http://lareddeespaciospublicos.blogspot.com/2013/09/cuarenta-pisos.html
A continuación publicamos la carta enviada al Alcalde de Quito al que se le adjuntó copia de la carta enviada al Arq. Cordero.
La ciudad se manifiesta como hecho colectivo fundamentalmente en su red de espacios compartidos, que permiten la circulación de un punto a otro de la ciudad y, de manera especial, la comunicación espontanea entre ciudadanos, el reposo, los juegos, la actividad en los mercados y en otros usos de convivencia, en donde se comparten los ritos y los mitos, red formada por un espacio continuo longitudinal de elementos conectados que son de propiedad, responsabilidad y uso colectivos.
jueves, 19 de septiembre de 2013
lunes, 16 de septiembre de 2013
LA CIUDAD ES EL MÁS SOFISTICADO PRODUCTO CULTURAL QUE CONSTRUYE LA SOCIEDAD.
Jorge Benavides Solís. Arq. (UCE) Ph.D (UPM). Ecuatoriano, Profesor Titular de la Universidad de Sevilla, en este artículo reflexiona sobre la ciudad y los derrocamientos que se harán en el Centro Histórico de Quito.
Dos colegas me han hecho saber que el gobierno local propone seguir
construyendo el Centro Histórico de Quito Patrimonio de la Humanidad y no sólo
de los ecuatorianos, fragmentando sus huellas y significados que se acumulan en
el patrimonio material emergente visible pero, también en aquel subyacente que
exige una gestión más comprometida con la cultura antes que con la técnica. Alejada
de la política coyuntural. Tirar al suelo dos edificios modernos similares a
tantos otros, es una propuesta no prioritaria, excluyente y sin rigurosa justificación.
La ciudad es la casa grande de todos. Discutámoslo. El Colegio de Arquitectos y
otros profesionales se oponen.
La técnica tiene una
vocación pragmática que debería estar siempre vinculada a la cultura; en la ciudad,
a las formas de vida, de consumir el tiempo, de vincularse con el entorno, de
comunicarse, de interrelacionarse para hacer más agradable la vida.
Para los griegos “tekne”,
palabra de la que derivan arquitectura y técnica, tenía varios significados dirigidos
a garantizar la destreza, entendida
como la habilidad responsable para pensar y hacer las cosas, o sea para desempeñar
cualquier actividad dirigida a producir belleza. La palabra cultura apareció por primera vez
durante el Renacimiento, pues, también se podía cultivar el espíritu y la
defensa del patrimonio cultural,
paradójicamente surgió motivada por los desmanes de quienes participaron en la
Revolución Francesa. Para impedirlos apareció la primera Ley con tal objeto. En
Ecuador se promulgó en los años cuarenta del siglo pasado y recién en los años
setenta volvieron de España los tres primeros arquitectos ecuatorianos especializados
en restauración de monumentos. Por aquellos años en la Facultad se formaba bajo
los estrictos principios del Movimiento Moderno de la Arquitectura que
justificaban derribar las casas y edificios construidos, con el fin de
reemplazarlo con altos bloques nuevos de hormigón y cemento, ignorando aquellos
inmuebles vecinos; con desprecio a los centros históricos[1].
Le Corbusier en 1923 había anunciado la muerte de la calle (preferencia del
peatón) y proclamado la vigencia de las vías (preponderancia del coche). Razón
tenían quienes decían que “Quito
sigue siendo lindo a pesar de los Arquitectos” y de algunos políticos
se podría añadir.
Al llegar los españoles a Abya
Yala (nombre prehispánico de América), organizaron el territorio e hicieron
la ciudad y la arquitectura que no podían ni sabían hacer en su tierra debido a
las condiciones económicas, sociales, culturales y territoriales. Los Señoríos (control de los factores de
producción) y las Cartas Puebla
(autorización para organizar ciudades) se hacían en un contexto de conquista
diferente al americano. Entre la sociedad prehispánica se encontró una sociedad
donde no había hambrientos debido al enorme desarrollo de la producción de
alimentos y de los sistemas de distribución. Aquí los asentamientos humanos
estaban directamente vinculados a las
unidades de producción; por eso no existía la clara diferencia entre campo (rus, ruris) y ciudad (urbs), eso explica la dispersa ocupación
del territorio. Por eso en kichua no existe la palabra equivalente a ciudad. Todo
lo contrario al concepto europeo: la ciudad es un área amurallada con alta
densidad de población protegida por los dioses y santos. La protectora de
Cuenca es Santa Ana, la de Quito, San Francisco.
Surge así una innovadora y singular forma de vinculación entre el
hombre y el territorio que ya no obedecerá al proceso aborigen; pero tampoco responderá
al proceso europeo. Ni a uno ni a otro. Será nuevo, singular, no conocido antes
en ninguna parte del mundo precisamente porque a partir de 1492 se encontraron
dos sociedades con identidades muy caracterizadas y desarrolladas[2].
Desde 1534 Quito constituye
el verdadero documento material de identidad (social) que está construyendo
desde hace varios (cinco) siglos, la sociedad en el Ecuador; sin embargo ésta, hoy es diferente a la de
aquel tiempo e incluso a la de los años setenta. Casualmente en esta década,
por una parte, el país comenzó a depender de la cantidad de barriles de
petróleo exportados y por otra, se inició la actual forma de producir y de acumular
el lucro que caracteriza al capitalismo globalizado, vigente en todos los
países del mundo, menos en dos.
Hasta hace poquísimas décadas Ecuador, junto con otros países hermanos
estaba clasificado como subdesarrollado, ahora se encuentra en el ámbito de los
países con economía emergente liderado por Brasil y la India. Y actualmente, si
China no le comprara deuda a Estados Unidos, difícilmente mantendría su
poderosa influencia y no se mantendría impasible frente a la notable
penetración económica del gigante asiático en Hispanoamérica, poseedora de
imprescindibles recursos indispensables para mantener su crecimiento.
En este contexto es fácil comprender la expansión patológica del Quito
moderno que ha esterilizado miles de hectáreas de fértil terreno en Turubamba,
en los valles occidentales y en todas las colinas que conforman uno de los paisajes
más espectaculares que se pueden apreciar desde el avión o desde el Pichincha. En
estas condiciones, al Centro Histórico, de hecho, ha cambiado sus funciones.
En 1950, con 224.344 habitantes y un suelo
ocupado entre la Magdalena y el barrio América, el centro histórico,
prácticamente equivalía a toda la ciudad, a la casa de todos.
“El primer dato
referente a los barrios periféricos se lo puede extraer del censo de 1963; era
de 7378 cuando la población llegaba a 368.000 habitantes”[3]
En 1987 se veía en el plano del IGM, Quito cabía en 35 Km de longitud.
En 2010 con 2´239.191 habitantes, se
extiende entre
Guamaní, Pomasqui y Calderón (45 Km.)
En estas condiciones, el Centro Histórico cambió automáticamente de
función: de la casa de todos pasó a ser el salón de la familia, luego la sala
de huéspedes y visitantes. Terminará convertido en un parque temático más, como
son el Barrio Santa Cruz de Sevilla, el área monumental de Florencia y otros barrios
de las ciudades Patrimonio de la Humanidad. Se han restaurado, rehabilitado,
consolidado, dignificado, saneado, etc. los inmuebles para adecuarlos a nuevas
funciones, generalmente terciarias. Una estimable obra con una ingente
inversión; pero los residentes tradicionales generalmente de medianos y escasos
ingresos, han sido expulsados debido a la insuficiente política de vivienda que
haga posible las recomendaciones de la Carta de Quito (1977) y otros documentos
así como experiencias internacionales.
Como explica sin rigor la Arq. Ana María Armijos[4],
la propuesta del gobierno (nacional y local) parece impositiva y, en términos
urbanísticos, descontextualizada por cuanto no está vinculada a un verdadero
PLAN ESPECIAL DE PROTECCIÓN DEL CONJUNTO (CENTRO) HISTÓRICO en el cual, además
del Catálogo, deben estar previstas todas las posibles intervenciones con su correspondiente
Normativa (Ordenanza). Todo ello preparado y redactado bajo el marco de la Ley
de Patrimonio Cultural (2004) y las competencias del Instituto Nacional de
Patrimonio Cultural.
La propuesta supone una inversión ineficaz e inútil en los ámbitos:
económico (costes sin rentabilidad), social (más prioritaria es la inversión en
vivienda) y urbanístico. En cuanto a este último es imprescindible asumir que el
valor del parcelario de una ciudad histórica tiene tanta importancia como la de
cualquier gran monumento[5]
por lo cual merece la máxima protección para impedir las agregaciones o
subdivisiones sin escrupulosa justificación histórica.
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Quito. El tejido urbano de máxima protección |
Cuando “toda la ciudad” era el Centro, resultaba obvio que aquí se
concentraran todas las funciones: administrativas (Ministerios, dependencias
municipales), comerciales (pasaje Royal, El Globo, etc.), de equipamiento:
deportivo (el Coliseo), educativo (Escuela Sucre, Colegio 24 de Mayo, Liceo
Bolívar, Colegio San Gabriel, Universidad, etc.), comercial (mercado central),
de ocio (todos los cines, La Alameda, etc.), cultural (Biblioteca Nacional,
Museo Colonial, etc.) y por otra parte, resultaba lógico que las casas
estuviesen habitadas por sus antiguos vecinos de todos los estratos sociales:
el Dr. Julio Tobar Donoso vivía en la calle Cotopaxi, Ruperto Alarcón Falconí
en la calle Guayaquil cerca de Mariano Ventimilla, la Torera y el Cuchillo Martínez,
Eugenio Espinosa, vivían en el centro.
Será Sixto Durán Ballén, al volver de Estados Unidos el joven arquitecto
que irrumpió en el Centro sin ningún respeto; sin embargo por sus obras fue
premiado (Cine Atahualpa, 1958). Similar comportamiento y reconocimiento tuvieron
otros arquitectos, profesores de la Facultad. Eran otros tiempos. Todas las
ciudades del mundo pasaron por esa negativa experiencia y soportan la presencia
de varios “puntos negros” en el Centro. ¿Qué hacer?
![]() |
Quito. García Moreno y Mejía |
Es una pregunta que no admite improvisaciones, urgencias políticas o
buenas intenciones sin ideología. El infierno está empedrado con ellas. Exige
respuestas serias, reflexivas, rigurosas, comprometidas con la historia y con
la cultura. Eso es lo que se lleva haciendo en Europa desde los años setenta,
gracias a la Tendenza, grupo de
arquitectos italianos que enseñaron el método para recuperar el valor y el significado
de la Historia en la proyectación arquitectónica, en el proyecto urbano
cuidando la forma urbana y en el Planeamiento.
Tirar al suelo las casas en el Centro fue el comportamiento motivado
por el Movimiento Moderno de la Arquitectura y de la Carta de Atenas[6]
que no cabe repetir. Tampoco cabe la actitud similar a la de Mussolini cuando
ordenó abrir una vía por el Foro Romano para ponerlo en valor. Ni siquiera las
de Sitte o Giovannoni que en aras de la estética monumental eliminaron tejidos
y edificaciones antiguas. Después de tanto avance técnico, teórico y operativo,
no cabe adoptar similares comportamientos. Hay que buscar otras alternativas o
quizá, llegar a la conclusión de que lo mejor sería buscar una solución
consensuada: culta antes que técnica, lucrativa o política.
¿Por qué se ha escogido solamente esos dos “puntos negros”? ¿Qué se
tiene previsto hacer con los demás? ¿Se ha estudiado suficientemente la
evolución y la transformación del parcelario? ¿No sería más conveniente
estudiar cada casa para según sus particularidades dar una solución específica?
¿Cabe borrar o corregir los errores urbanísticos cometidos?
¡Cómo me gustaría estar en mi tierra para ayudar a pensar en las
respuestas!
Sevilla 15 de Setiembre
de 2013
[1] Jorge Benavides Solís. La Arquitectura del siglo XX en
Quito. Ed. Banco Central. 1987
[5] Junta de Extremadura: Urbanismo y conservación de ciudades Patrimonio de la Humanidad.
Cáceres 1993: 335-345. Jorge Benavides Solís, El Patrimonio de la Humanidad en
Los Andes.
“(…) hechos fundamentales
(permanencias, monumentos, trama vial, parcelario,
instituciones) de la realidad urbana en torno a los cuales se construyen otros
hechos (…)” Aldo Rossi: La Arquitectura
de la ciudad. Barcelona 1971: 45.
[6] Jorge Benavides Solís: Las falacias del
urbanismo moderno en el Ecuador. En Arquitectura
y Sociedad nº 2: 37-48
viernes, 13 de septiembre de 2013
¡CUARENTA PISOS!
Arquitectos por la Ciudad y un grupo de arquitectos, la mayoría de ellos profesores universitarios y entre estos tres decanos de las facultades de arquitectura de Quito, han enviado al Arq. Fernando Cordero, Presidente del Directorio del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, la siguiente comunicación:
lunes, 9 de septiembre de 2013
ARQUITECTOS POR LA CIUDAD EN CONTRA DE LOS DERROCAMIENTOS EN EL CENTRO HISTORICO DE QUITO
Calle Pedro Bouguer Oe 2-28 y Voz Andes
Tefs. 2264751–0996276803 Quito Ecuador
e-mail:arquitectosporlaciudad@gmail.com
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Arquitectos
por la Ciudad
Quito, 9
septiembre 2013
Señores
Diario El Comercio
Presente
Con enorme preocupación hemos venido asistiendo a una política de hechos consumados en el Centro Histórico de Quito.
Con enorme preocupación hemos venido asistiendo a una política de hechos consumados en el Centro Histórico de Quito.
Nos referimos a los edificios de
las calles Manabí entre Guayaquil y Flores y al de la García Moreno y Mejía,
las voces contrarias al derrocamiento han sido varias y de importantes expertos
en el tema de los centros históricos, queremos sumar nuestra voz de arquitectos
y profesores de arquitectura, a esas voces y a un artículo de la Arquitecta
María Dolores Montaño publicado en las páginas de Opinión del Diario el día 7
de mayo del presente año.
Las plazas en las ciudades y en el
centro histórico de Quito, se forman con los planos verticales (fachadas) de
las edificaciones que las circundan y con los planos horizontales formados por
los pisos de esas plazas, no se lograrán plazas con las culatas de las
edificaciones vecinas que quedarán vistas al derrocar estas y con tres árboles
que se podrían sembrar.
Quito Patrimonio de la Humanidad,
requiere que cualquier intervención en sus espacios se haga con estudios
minuciosos de la historia del lugar, de sus antecedentes urbanísticos,
arquitectónicos y arqueológicos. Es imprescindible también que esos proyectos
públicos se hagan con una consulta ciudadana previa, convocada para que
cualquier persona pueda presentar sus observaciones, sugerencias y alternativas
de diseño al derrocamiento en este caso.
Es hora de reflexionar mejor estas
ideas y de defender el patrimonio que son también; el damero, los espacios públicos,
las calles y plazas.
Arq. Luis Oleas Castillo Arq.
Inés del Pino Martínez
CI: 1702336981 CI:1703835346
Arq. Jaime Andrade Heyman Arq.
Marcelo Bravo Espinosa
CI: 1702521426 CI:1702446004
Arq. Fernando Flores González Dr.
Arq. Enrique Vivanco Riofrio
CI: 1700451428 CI:1700642877
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lunes, 12 de agosto de 2013
LA ARQUITECTURA Y LOS CONCURSOS
Los concursos:
Desde
1956 la UNESCO encargó a la UIA el asegurar el respeto de los estándares para
el lanzamiento y operación de los
concursos internacionales de arquitectura y urbanismo. Estos estándares están
establecidos en las regulaciones UIA-UNESCO que dan los lineamientos y normas
para el proyecto; procedimientos, composición del jurado, compensación a los
ganadores, calendario y publicación de resultados.
Edificios
icónicos, que fueron realizados a través de concursos internacionales aprobados
por la UIA y llevados a cabo bajo su supervisión son entre otros: La Opera de
Sídney, El Centro Pompidou, El Ministerio de Asuntos Exteriores en Riad, El Foro
Internacional de Tokio, La Biblioteca Françoise Mitterrand en París, La Biblioteca
Alejandrina en Egipto, etc.
En el
pasado muchos edificios, que se conservan hasta ahora, fueron objeto de
selección en concursos de arquitectura con muy buenos resultados y magníficas
obras, que son también iconos urbanos hasta la fecha: La Opera de París,
inaugurada en 1875, de Charles Garnier, arquitecto por entonces desconocido,
que a sus 35 años ganó el concurso convocado al efecto, dentro de la
reconstrucción de París encargada al Barón Haussmann por Napoleón III.
Las
obras del maestro de la arquitectura Alvar Aalto, que han sido declaradas patrimonio
arquitectónico del siglo XX, muchas de las cuales fueron producto de concursos
de arquitectura, son otro excelente ejemplo, Aalto y su esposa participaron en
más de cien concursos por invitación o abiertos, ganando un buen número de
ellos.
En
Estados Unidos existe desde hace 16 años, un concurso de arquitectura que
premia dos veces por año, varias edificaciones que se seleccionan en el
concurso denominado “Good Design is Good Bussiness”, para destacar aquellas
edificaciones que aportan no solo la belleza y funcionalidad de sus diseños,
sino también la calidad constructiva, la innovación, la eficiencia, su
sostenibilidad, el ahorro de energía, que demuestran que un buen diseño es un
buen negocio.
En
otros países como España o Colombia los concursos de arquitectura son una
institución desde hace muchos años. La Sociedad Colombiana de Arquitectos tiene
mucha vida, entre otras cosas, gracias a la obligatoriedad que por ley tienen
las instituciones públicas de convocar a concursos de arquitectura cuando las
obras del estado sobrepasan un límite de costo.
La
de Colombia es sin duda una experiencia a seguir, 50 años de concursos y gran
acción de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, con resultados e influencias
muy notables en su arquitectura. Los colegios profesionales de arquitectos en
el Ecuador deberían mirar con mayor atención el camino recorrido por la SCA y
los resultados de la arquitectura en Colombia, no digamos en otros países como
España, en donde la arquitectura tiene la significación que se merece.
Todos
estos son solamente ejemplos de un sistema de selección que sin duda tiene
innumerables ventajas, debemos tener en cuenta que las edificaciones se piensan
y se construyen para durar muchos años, significan una gran inversión que debe
ser rentable y que aporte a la buena arquitectura, al arte, a la cultura de un
país, a la enseñanza; no solo a los estudiantes de arquitectura y a los
arquitectos, sino sobre todo a la ciudadanía, que empieza a valorar la buena
arquitectura producida por concursos bien llevados y con las edificaciones
concluidas.
El Respeto a la Arquitectura:
Frente a la literatura, escultura, teatro,
cine, la arquitectura, al menos en este país, resulta vilipendiada.
La lista es larga de muchas obras que se asignan
directamente, una buena cantidad de concursos que no se construyen, que no se
respetan ni las decisiones de los jurados ni los derechos de autor de los
ganadores, o concursos distorsionados que se refieren más a cuestiones
burocráticas, de valoraciones cuantitativas, de numerosos y enrevesados
documentos, con bases muy mal elaboradas, convirtiendo a la arquitectura en
objeto de compras públicas.
Por el contrario, todos
los días vemos excelentes edificios en todas partes del mundo que se difunden;
por Internet, en revistas y libros de arquitectura, que son producto de
concursos nacionales o internacionales en los cuales se valora más lo cualitativo, como debería ser y que representan
unos hitos que son aportes luminosos a la cultura de esos países. Cuestión que
ni de lejos ocurre en el Ecuador.
Jurados:
Uno
de los aspectos clave de los concursos es la selección de los miembros del
jurado, buscando que cumplan al menos las siguientes condiciones indispensables:
su experiencia profesional, académica, y el haber participado anteriormente
como jurado en algún otro concurso.
El elegirlos
con anterioridad y anunciarlos conjuntamente con el lanzamiento del concurso, garantiza
su transparencia y permite a los concursantes poder determinar si tienen o no relaciones
comerciales o nexos familiares que los incapacitarían para participar.
Asesores:
Unas
bases del concurso bien elaboradas que ayuden a los concursantes a definir con
mayor precisión y rapidez sus propuestas, es un asunto también clave, las
bases, por otro lado, deben contener toda la información necesaria, un programa
arquitectónico claramente definido, información precisa del terreno y su
entorno, organigramas de las relaciones funcionales, y otros aspectos bien trabajados,
permiten a los jurados hacer una elección entre las mejores opciones, con
criterios adecuados y en igualdad de condiciones.
Premios:
No
se puede dejar de considerar que los concursos atraen a un muy buen número de participantes,
a veces mas de cien y casi siempre más de 20 propuestas, que son elaboradas por
un grupo amplio de profesionales de la arquitectura, en equipos que incluyen
ayudantes y otros profesionales de otras especialidades cada vez en mayor
número. Es por esto que los premios necesitan ser proporcionados y justos a la
dimensión y cantidad de trabajo y a la participación del número de
profesionales especialistas involucrados.
Plazos:
Las
edificaciones que se construirán con los proyectos ganadores son generalmente
edificios que han de durar alrededor de 50 años, en ese horizonte es razonable
pensar que el proceso de diseño y construcción tome 1 o 2 años de acuerdo a la
dimensión del proyecto, significa únicamente entre el 2 y el 4% del tiempo de
vida útil de un edificio, lo cual no es nada significativo. Por estas razones
los plazos que se establezcan en los concursos deben considerar un tiempo
adecuado a la complejidad y profundidad del estudio que se solicite.
El tiempo
empleado en los concursos y proyectos se ve ampliamente recompensado en la
calidad de la edificación y en su economía, pues un edificio bien pensado
debería utilizar mejores materiales y sistemas constructivos, durabilidad
razonable y defensa de la inversión.
Compromisos:
Las
instituciones comprometidas en el proceso de un concurso deben respetar las
decisiones del jurado, no solo por todo el proceso que implica, sino que también
se deben comprometer a construir los proyectos ganadores, de otra forma se
desacredita esta institución tan importante y resultan vanos los esfuerzos
realizados.
Los
concursos de arquitectura, desde nuestro punto de vista, y de las experiencias
de otros países del mundo y de la región, son además de fuente de inspiración y
enseñanza para los arquitectos y los estudiantes de arquitectura, aportes
significativos para las ciudades, al ser obras de destacados arquitectos, las
mejores opciones, que quedarán como hitos de cada una de las épocas que en el
futuro se estudiarán con especial atención, en claro beneficio de la
arquitectura ecuatoriana.
La
opción del concurso implica además la selección democrática de las mejores
propuestas, la posible participación de los jóvenes arquitectos y la eliminación
consiguiente de contratos adjudicados directamente.
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